En mi opinión, Kant nos hace entender que “La complacencia es ajena a todo interés” cuando no esperamos algo en relación de la existencia de una cosa sino simplemente la asumimos desde el punto de vista de la simple contemplación, intuición y reflexión. A la verdadera práctica de la contemplación, no se le suma ningún tipo de pretensión diferente que la de interiorizar y disfrutar el objeto.
Kant determina tres tipos de complacencias: la de lo agradable, que es aquel tipo de obra que simplemente deleita, la de lo bueno, que es estimado bajo valor objetivo con atributos ajenos al juicio desinteresado, y lo bello como aquello que place. Sólo lo bello entra en el ámbito del auténtico juicio estético.
Con referencia a su afirmación, “Llamamos interés a la complacencia que lleva aparejada para nosotros la representación de la existencia de un objeto”, pienso que alude a aquella complacencia que no es libre, sino que reposa en los intereses personales, en los sentidos y en la razón. Para no romper la vivencia estética de las cosas, el individuo debe desprenderse del objeto en sí, de su parte física y de sus percepciones y sentimientos netamente egocéntricos; sólo así la experiencia estética podrá llegar al deleite de lo bello.