La película muestra dos mundos, cada uno se puede concebir como un estado o una forma de ver y de enfrentar la realidad. La estética también tiene como tema esta confrontación: El primero es el real, donde están los objetos estéticos; el segundo, es el de la conciencia, en un plano casi irreal, abstracto, imaginario, donde están las percepciones del sujeto y la idea de lo bello.
En la estética lo bello es una propiedad del espíritu; la belleza y la fealdad son subjetivas, sensaciones creadas por nuestra mente; por tanto, lo que para algunos es bello para otros no puede serlo. Si consideramos que el ser humano no es un todo consciente de sus percepciones y sentimientos más internos, los actos que de estos se desprendan, terminarán con la pureza y con la actitud estética que reside en el individuo.
¿Qué hacer? Dice Descartes que “no dar crédito a ninguna falsedad y preparar el ingenio para ello”. En efecto, en Matrix, cualquiera que sea desconectado, ha de pasar por una serie de entrenamientos iniciáticos que tienen lugar gracias a programas informáticos creados para tal efecto. El objetivo de esos programas es hacer que el recién llegado se acostumbre a pensar que lo que ve no es real y que, si es consciente de ello, podrá subvertir las leyes físicas y realizar verdaderos milagros. En la estética, al liberar el punto de interés de pensamientos egocéntricos, o sentimientos dados por una percepción o reacción, la experiencia estética habrá llegado a lo que realmente es, el deleite de lo bello sin perturbaciones humanas inconscientes.
La película tiene un color verdoso oscuro. Nos transmite sensación de cerrado. Una vez conocemos qué es Matrix y salimos de nuestra ignorancia, este tono desaparece. Se recicla la atmósfera del interior por el aire libre de la verdad.
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